Muchos de los elementos que por tradición integran la cultura están en crisis. La decadencia de la filosofía es particularmente llamativa: por un melentendido afán de rigor se ha ido apartando del lenguaje y preocupaciiones del hombre de la calle. También ha olvidado que su cometido era mantener vivo el interés por las preguntas que no podemos dejar de formular ni acabar de responder, e impedir que deriven hacia lo trivial las otras, las que nos salen al paso cada día.