Bien mirado, me habré pasado la vida yendo a la contra. Como un adolescente. Primero, el trocito final del franquismo. Luego, el nacionalismo. Sólo aquellos años insólitos de la Transición habrán quedado allí como un exponente de que la política catalana puede gestionarse de otro modo. En los últimos tiempos, a raíz de la creación de Ciutadans de Catalunya, me he encontrado a menudo discutiendo con algún amigo si la estrategia frentista era o no la más adecuada.