A partir de la convicción de que la filosofía ha de atenerse a los datos de la realidad, de la imagen del filósofo como sometido a la fuerza de la verdad que se le impone, según la enseñanza de Aristóteles en su Metafísica, de que le está prohibido facilitarse la tarea descartando aquellas aristas de la experiencia reacias a encajar en sistemas previamente establecidos, Millán-Puelles desplegó su titánica labor filosófica.