Occidente sufre los devastadores efectos de otra pandemia, de un virus espiritual que quiere eliminar a Dios de la vida de los hombres y de la sociedad.
Ante esta situación, los cristianos tenemos la tentación de auto confinarnos en la seguridad del templo, de las realidades eclesiales, quizá esperando que pase todo, que el ambiente no nos contagie, olvidando así que Dios nos llama a ser la "vacuna sobrenatural" que inmunice a quienes nos rodean.