En 1787, doce hombres se reunieron en una imprenta londinense para acometer una tarea aparentemente impracticable: acabar con la esclavitud en el mayor imperio de la Tierra. De paso serían los primeros en aplicar la mayoría de los instrumentos a los que recurren hoy día los ciudadanos activistas, desde los carteles y los envíos masivos de correo hasta los boicots y las chapas de solapa. Este grupo de personas de gran talento aunaba el odio a la injusticia con una rara habilidad para promocionar su causa.