El bandido tiene la figura de una autobiografía novelada –sobre un periodo corto de una vida–, con una estructura muy trabajada al menos en la cabeza, muy previamente pensada. Quien cuenta, con tono de diario o de carta, es "el bandido", no un ladrón o un salteador, o uno que tenga que huir de la justicia, sino alguien que se considera así, con un dejo de comprensión y disculpa; y los demás también así le ven, con simpatía, o con irritación cariñosa, siempre con una lejana ternura: ¡Este bandido…!