El bandido tiene la figura de una autobiografía novelada –sobre un periodo corto de una vida–, con una estructura muy trabajada al menos en la cabeza, muy previamente pensada. Quien cuenta, con tono de diario o de carta, es "el bandido", no un ladrón o un salteador, o uno que tenga que huir de la justicia, sino alguien que se considera así, con un dejo de comprensión y disculpa; y los demás también así le ven, con simpatía, o con irritación cariñosa, siempre con una lejana ternura: ¡Este bandido…!
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"El bandido" fue escrito en el verano de 1925, poco antes de que Walser abandonara para siempre la escritura, El bandido cierra el ciclo novelístico del escritor suizo y constituye la prueba irrefutable de la modernidad de su obra.
Concebido como experimento literario –Walser jamás previó publicarlo–, El bandido es la historia de un pobre diablo enamorado de una camarera, de sus trifulcas, sus desplantes y todos los intentos que emprende con el fin de atraer para sí la belleza de su amor. Hasta aquí nada nuevo.
Sin embargo, el genio de Walser va más allá y pone en tela de juicio buena parte de las convenciones de la novela tradicional. La distancia entre el narrador y el personaje se va diluyendo conforme avanza el relato, se nos prometen datos que no se nos darán y escenas que quedarán en el aire, se nos pide que colaboremos y que seamos condescendientes con el bandido, ese «inútil», ese «desecho» incapaz de atenerse a las leyes de una sociedad, la burguesa, que todo lo rige.
Es éste un libro fascinante, único, en el que confluyen la ironía, la mordacidad y esa tímida melancolía tan típica de Walser.