Sir Steven Runciman afirmaba que de todos los caminos que el historiador puede tomar, ninguno más dificultoso que el de la historia religiosa. Al escaso interés por esclarecer las creencias se suma la peculiaridad de descubrir las aristas espirituales de su historia; el resultado: malentendidos y telarañas en la explicación de una epopeya con sello sobrenatural.