La fascinación de Occidente por China ha encontrado su último icono en la economía del gigante asiático. Sorman avisa: "La honestidad no forma parte del modelo económico chino. Se falsea la contabilidad, los contratos firmados no comprometen a nadie, la justicia no es independiente, la corrupción es obligatoria y se piratea la propiedad intelectual". El motivo es muy simple. China no es una democracia; es un régimen comunista que ha adaptado su lenguaje, pero sólo su lenguaje, al mercado. El año del Gallo muestra todo lo que se esconde detrás de esa fachada.