Durante siglos, la palabra «alma» ha servido a la teología cristiana para pensar la identidad del hombre y su destino último. Sin embargo, en los últimos tiempos su idoneidad ha sido radicalmente cuestionada por dos motivos: la opinión de que su significado no se ajustaba a la revelación bíblica y el influjo de las neurociencias, que reducen toda función espiritual a la «mente».