El pensamiento científico, y con él la influencia de la tecnología en nuestra cultura, se debate en un escéptico relativismo. La verdad aparece inalcanzable, provisional y convencional. Se percibe con intensidad que un vivir humano necesita conocer el sentido último de lo que existe. Los datos experimentales nos hablan de los hechos; ahora bien, ¿es posible que sea irreal todo aquello que no se puede comprobar al medir y pesar? ¿No será, más bien, que la realidad posee de suyo un significado que se escapa a los instrumentos de medida?