Alejandro y Águeda tenían la vida rutinaria de un matrimonio bien avenido. Familia, trabajo, salud… Todo parecía ir bien. Un día, la mano derecha de Águeda dejó de funcionar. El diagnóstico no se hizo esperar: Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Lo que parecía una sentencia de muerte se convirtió en una llamada de esperanza al encontrar a Dios en la enfermedad.