Con el mismo espíritu de San Pablo, que quiso alentar a los primeros cristianos escribiendo ´porque hemos sido salvados por la esperanza´ (Rom 8,24), Benedicto XVI titula así su segunda encíclica.
En esta Encíclica, el Papa se dirige al corazón de cada cristiano para invitarles a tener esperanza y no dejarse arrollar por el pesimismo. El texto aborda el ejercicio de esta virtud en el mundo contemporáneo ante el panorama sombrío de conflictos bélicos, terrorismo y desequilibrios, tanto económicos como medioambientales.