A la esencia del Estado no le pertenece como tal el tener como fundamento un pueblo, ni varios, ni una etnia, ni una nación, ni ocupar un territorio. Ni siquiera el estar constituido por seres humanos, como tampoco la promoción irrestricta de la justicia ni la salvaguarda de la moralidad. Todos estos rasgos pueden verificarse en los Estados de hecho existentes, y algunos de ellos son incluso deseables. Pero desde una consideración a priori del Estado no le pertenecen de manera estructural.