La historia política de Europa y de gran parte de Occidente ha estado condicionada, desde su llegada al poder, por la Iglesia de Roma. No se puede entender la configuración de los actuales Estados occidentales sin el papel de los diferentes papas de la historia en las guerras de religión, en la pujanza y caída de las monarquías nacionales cristianas o en la configuración del ideario teológico y cosmogónico que ha dominado Europa (y el nuevo mundo) durante muchos siglos.