El soldado me cargó sobre el hombro como si fuera un cordero recién nacido. Yo gritaba "¡ No soy israelita!". Le golpeaba la espalda hiriéndome las manos "¡Déjame ir!".
Adara siempre había ansiado hacer las cosas que se suponían inadecuadas para una niña bien educada de su tiempo. Deseaba aprender a leer y a escribir... como los hombres. Y deseaba ser libre para viajar...como los hombres, fuera de los limites de su ambiente protegido.