Jacobo Gratij (1517-1619) repartió sus 102 años de vida a partes iguales, año arriba, año abajo, entre su Italia natal y su España adoptada y querida, Madrid en particular. Sus tres décadas de secretario y confidente de Giambattista Castagna, jurista seglar primero, luego arzobispo, después cardenal y al fin Papa, Urbano VII, le llevaron a entrar en contacto estrecho con la entera escala social: desde Felipe II o el emperador Rodolfo II a pobres miserables o enfermos desvalidos, pasando por innumerables miembros de todos los estratos eclesiásticos y civiles.