La diversidad nos desconcierta y nos molesta, a veces nos hiere. Sin embargo, acogida con humildad, nos hace un servicio enorme: rompe la cáscara del ego y nos abre más allá de nosotros mismos. Se trata de abrirse a pluriformidad de lo real para no caer en las polarizaciones y aprender que, en la lógica de los procesos, las inevitables tensiones pueden volverse generativas.