Flannery O’Connor no llegó a cumplir los 40 años. Murió de una extraña enfermedad sanguínea degenerativa, heredada de su padre. Por ello, desde los 30 años estuvo pegada a una silla de ruedas y sintió esa urgencia por comunicar su vida a través de la escritura, que practicó metódica e incansablemente desde su más temprana juventud.