Inducir a la lectura por decreto o mandato es la receta más segura para el desastre. Dejar un libro en la mesa de luz, leer en voz alta a los hijos, dejarlos comprarse y comprar libros, pueden ser medios diferentes que lleven a un mismo fin. Pero no hay nada más efectivo, seguro y confiable que alimentar el amor a la literatura. Sí: hablar de los libros que leemos, contarles cómo nos apasionan o entristecen, abandonar por un momento a los hijos para seguir leyendo y contar como lo que es: un hermoso cuento por qué Remedios, la bella, se va volando entre la ropa tendida.