En los años 60 los líderes estudiantiles soñaban con cambiar las cosas a través del activismo radical. Kent M. Keith, entonces estudiante en Harvard, defendía otra postura: por loco que a veces parezca el mundo, el individuo puede actuar correctamente y contribuir a mejorarlo. Entonces decidió escribir un manifiesto basado en diez mandamientos paradójicos que, con el paso de los años, han sido adoptados por personas de toda índole y condición, entre ellas la Madre Teresa de Calcuta.