En el curso de un interminable y tórrido agosto, el último del siglo pasado, un hombre que agoniza, devorado por la gangrena, evoca su vida en un delirante y laberíntico monólogo, desgranando sueños, deseos y remordimientos entre la lucidez de la fiebre y las alucinadas asociaciones de la morfina. A la cabecera de su cama un escritor lo escucha. Y escribe. Pero ¿cuál de los dos nos cuenta esa vida, quien habla o quien escucha? ¿Quién testifica por el testigo?