En el curso de un interminable y tórrido agosto, el último del siglo pasado, un hombre que agoniza, devorado por la gangrena, evoca su vida en un delirante y laberíntico monólogo, desgranando sueños, deseos y remordimientos entre la lucidez de la fiebre y las alucinadas asociaciones de la morfina. A la cabecera de su cama un escritor lo escucha. Y escribe. Pero ¿cuál de los dos nos cuenta esa vida, quien habla o quien escucha? ¿Quién testifica por el testigo? Y, además, una vida ¿puede acaso contarse, o está destinada a perderse en el juego de espejos que supone cualquier intento de convertirla en palabras? Porque los espejos, como se dice en un momento de la novela, aunque parecen reflejar tu imagen, en realidad la desfiguran, o peor, la absorben.
La última novela de Antonio Tabucchi, que en muchos aspectos enlaza con Réquiem y con Sostiene Pereira, es, en efecto, una vana tentativa de recrear, con el característico estilo del autor, lleno de huecos y de sombras, con más preguntas que respuestas, la vida de Tristano, o Clark, o Ninototo, que de todas esas formas se llama, héroe oficial de la Segunda Guerra Mundial, sobre el que acaban cerniéndose no pocas ambigüedades. Pero es a la vez una reflexión sobre el siglo que su protagonista ha vivido y que está abandonando, sobre los implacables meandros de la historia que conducen hasta nuestros días.Caleidoscópico viaje a través de la memoria, de la individual y la colectiva, densa indagación en el sentido del heroísmo y de la vileza, cara a cara con la muerte, la que alcanza por fin a Tristano tras haberle acechado durante toda su vida, este claustrofóbico descenso a las tinieblas de un corazón dejará honda huella en quien se adentre en su escritura compleja y apasionada.
Comentarios
Tristano muere, está siendo calificada por algunos críticos como “bellísima novela”, pero también de “novela o lo que sea”. Incluso se podría calificar de melopea, en la doble acepción de este término, como canción repetitiva y monocorde – al fin y al cabo Tristano se refiere muchas veces a un molesto moscón que parece oír desde la cama – y como borrachera confusa, que también sufre el protagonista en su situación de enfermo terminal afectado por las dosis de morfina que le inyectan. El discurso de Tristano es circular, deslavazado, interrumpido, insistente. Lleno de recuerdos, deformaciones de la memoria, reflexiones, citas, canciones populares o referencias a la mitología...Todo cabe en él y todo está presente en un flujo narrativo – que puede recordar a Lobo Antunes – que mezcla la realidad, lo deseado, aquello que ha sido con lo que pudo o debió suceder; lo que el transcurso de la vida se encarga de tergiversar en la conciencia, lo imaginado, las alucinaciones y los delirios. Naturalmente tiene momentos brillantísimos, como cabe esperar de un autor experimentado, sutil, sugerente y rico en recursos literarios. Pero en su conjunto resulta demasiado ambiguo, muy sofisticado, excesivamente literario, quizá preparado para lectores un poco sabihondos. Si de la novela anterior "Se está haciendo cada vez más tarde" se decía que es “un libro difícil, con muchos capítulos casi crípticos, rebosantes de citas y referencias cultas, de frases en otros idiomas y figuras, analogías y símbolos de lejana accesibilidad y que sobrepasan con mucho la sugerente ambigüedad de una gran parte de su obra narrativa. Un exceso, en resumen, que lleva a mirar con nostalgia (...) sus novelas y sus relatos anteriores, para dejar de lado este libro”, de este triste Tristano se puede volver a repetir lo mismo.
(de Ángel García Prieto)