De mayor, Felicidad quiere ser guardabosques. Tiene al mejor maestro: se ha hecho muy amiga de su vecino Marcial, un viejo leñador que le cuenta historias sobre su trabajo. El hombre recuerda las aventuras que vivió en Canadá, donde talaba enormes secuoyas, y se enfrentó a los peligros de los bosques. Marcial, además, le habla de ardillas voladoras, de picapinos que se dan baños en la nieve, de urracas parlanchinas a las que les gusta la tortilla de patatas; pero un día empieza a perder la memoria.