23 de enero de 1516, Fernando el Católico fallece en Madrigalejo. Muere como rey de Aragón, Valencia, Sicilia, Nápoles y Navarra, conde de Barcelona y gobernador del reino de Castilla —títulos que deja a su hija Juana, ya monarca castellana—. Fernando había sido un militar de éxito, un amante de la buena vida, un político maquiavélico, un hábil cazador, un conspirador sibilino y un padre que buscó con las alianzas matrimoniales aumentar su poder. Llegó a ser sin duda unos de los hombres más poderosos de una Europa que empezaba a ser moderna.