Vincent Teresa no es un delincuente cualquiera. Era un prominente ladrón de la Mafia, un déspota, y en ocasiones un opresor brutal, y que operaba en los más altos niveles del crimen organizado. De no haber sido atrapado, de no haber sido traicionado por aquellos con quienes trabajaba y en quienes confiaba, seguría siendo un poderoso y eficiente criminal. En pocos años, a finales de la década del 60, se convirtió en el delator más efectivo e importante que el gobierno de Estados Unidos haya conseguido jamás.