Santiago sintió la necesidad de predicar las palabras de Jesús hasta Hispania, hasta el mismo "finis terrae", hasta los confines del mundo conocido en la época de los romanos.
Tras su muerte en Jerusalén, sus discípulos más íntimos inicían una travesía en barco hasta la lejana provincia de Gallaecia, para enterrarlo en la tierra que había sembrado con la doctrina de su Maestro.
En ese barco, viaja una niña llamada Sara que custodia un tesoro de valor incalculable, las últimas palabras del apóstol.