Cuando Raimundo (1232-1316) contaba treinta años de edad, Cristo crucificado le salió al paso. Su vida, como la de san Pablo, se transformó. Desde entonces, decir Raimundo Lulio equivale a decir: estrella de la cristiandad. Raimundo, apenas liberado del hombre viejo, siente ansias de escribir para conversos y misioneros itinerantes. Y, embriagado de luz y de cruz, habla, escribe, misiona y viaja.