El asunto del que se ocupa el presente texto va mas allá, mucho más allá, del consabido "el futuro no es lo que era". Si el asunto se sustanciara en eso, todavía no tendríamos motivo de severa preocupación: apenas nada parece mantenerse igual que antaño. Lo realmente grave y nuevo no es que el futuro haya variado, ni siquiera que lo haya hecho de manera sustancial, sino que, directamente, nos hemos quedado sin él, ha desaparecido de nuestro horizonte.