Una serie de obras maestras de la pintura inducen a la autora a reflexiones de índole sobrenatural, aunque no tengan en sí mismas sentido religioso. El texto que glosa cada reproducción constituye una sencilla meditación, basada en lo que ésta sugiere trasladada a un sentido cristiano de la vida. Pone de manifiesto el valor espiritual del arte, tal como siempre ha destacado el cristianismo.