El intelectual y ensayista estadounidense George Steiner, profesor de Literatura Comparada en las universidades de Cambridge y Ginebra, que este año fue distinguido con el premio «Príncipe de Asturias» de la Comunicación 2001, está considerado uno de los más brillantes estudiosos de la cultura europea.
Autor de una extensa obra entre la que cabe destacar «Tolstoi o Dostoievski» (1959), «Lenguaje y silencio» (1963), «Antígonas» (1986), «Extraterritorial» (1979), «Después de Babel» (1975) y «Martin Heidegger» (1979), su más reciente publicación, en francés e inglés, este mismo año, es su ensayo «Gramáticas de la creación».
En él Steiner, que considera que asistimos a una modificación sustancial del concepto mismo de persona, plantea las cuestiones sobre el origen y la evolución, la técnica y la espiritualidad de nuestras culturas, desde el Génesis hasta la actualidad.
Americano de adopción
Nació en París en 1929, en el seno de una familia judía de origen vienés, rodeado de libros y de música y de la tradición hebrea centroeuropea, y se educó en Estados Unidos al trasladarse allí sus padres en 1940.
Su familia, que había dejado Austria tras su anexión por la Alemania de Hitler, permaneció en la capital francesa hasta su invasión por las tropas nazis. En Estados Unidos, cuya nacionalidad tomará más tarde, prosigue primero su formación en el Liceo Francés de Nueva York. En las universidades norteamericanas de Chicago y Harvard y británica de Oxford, donde se doctoró, estudió primero Matemáticas y Física, y Literatura y Filosofía, después, con maestros de la talla de Lévi-Strauss y Jacques Maritain.
Actualmente da clases en Ginebra y Cambridge –donde es miembro activo del Churchill College– y ocasionalmente en Nueva York y Princeton, y su trabajo se mueve habitualmente en el campo de la literatura comparada. Sin embargo, considera que el humanista no debe desentenderse nunca del lenguaje científico, porque, de lo contrario «quedará al margen del mundo que viene y no podrá entrar en el debate sobre qué es la vida o qué la muerte». Para este pensador, trilingüe desde el nacimiento «porque mi madre empezaba una frase en un idioma y la terminaba en otros varios», «no existen lenguas pequeñas».