La caída en julio de 1714 del "puente más bonito de todo el Perú" y la consecuente muerte de 5 viajeros, índice a un fraile franciscano a iniciar una investigación acerca de las causas del accidente que, por caminos inesperados, le pondrá a las puertas de la muerte en la hoguera. La emocionante peripecia y la colorista reproducción del Perú de los virreyes, bajo el Imperio español, no ocultan sin embargo una aguda exposición de lo que es, esencialmente, una cuestión metafísica: la naturaleza de la voluntad divina.
Comentarios
HECHO HISTÓRICO
"El viernes 20 de julio de 1714, a mediodía, el puente más bonito de todo el Perú se rompió y precipitó al abismo a cinco viajeros. Este puente estaba en el camino real entre Lima y el Cuzco, y cientos de personas pasaban sobre él a diario. Los incas lo habían tejido con mimbres hacía más de un siglo, y a los visitantes de la ciudad siempre los llevaban a verlo. Era una mera escalerilla de delgadas tablas que colgaba sobre la garganta, con pasamanos de sarmientos secos. Los caballos, los coches y las sillas de mano tenían que bajar centenares de pies y pasar sobre las balsas la estrecha corriente, mas nadie, ni siquiera el virrey, ni siquiera el arzobispo de Lima, hubieran descendido con los equipajes por no cruzar el famosos puente de San Luís Rey. El propio san Luís, rey de Francia, lo protegía con su nombre y con la iglesita de adobe que había al otro lado. El puente parecía ser una de esas cosas que duran eternamente; no era posible pensar que pudiera romperse. Todo peruano que se enteraba del accidente se santiguaba y hacía un cálculo mental de cuándo lo había cruzado por última vez…" (pág. 11)
Comienza la novela con la crónica del hecho histórico. E inmediatamente el autor, para acercar al lector a la verdad histórica crea un personaje "testigo" de los hechos: Fray Junípero. Este fraile franciscano dedicará su vida a la investigación sobre la coincidencia entre la casualidad y la voluntad divina y para ello estudiará y valorará la vida y circunstancias de las cinco personas que murieron en la caída del puente de San Luís. Reunirá su trabajo y los testimonios recogidos así como sus conclusiones en un libro que finalmente sufrirá, lo mismo que el autor, la condena al fuego de la Santa Inquisición. "Pero existía una copia secreta y, después de muchos años, sin que muchos lo notasen, fue a dar a la biblioteca de Universidad de San marcos." (pág. 16) El autor interpela al lector –"usted y yo" (pág. 14) para tomar parte en la investigación de los hechos.
Para la introducción de los distintos personajes que intervendrán en el desarrollo del relato el autor presenta al lector el momento en el que el Arzobispo de Lima celebra, en la catedral, el funeral por los cinco fallecidos en el accidente del puente de san Luís.
La constatación histórica de la vida de la Marquesa Doña María y de la de su hija la Condesa Doña Clara queda demostrada, sin lugar a duda por las crónicas del Virreinato de Perú así como por las de la Corte de Madrid, lugares dónde ambas se desenvolvieron; así como por las cartas "piezas virtuosísimas" del castellano del s. XVII. La Marquesa madre, fea y menos inteligente que la Condesa, su hija, pone todo su empeño en la redacción de esa correspondencia como medio para ganarse la admiración y el afecto de su hija. El desdén de la hija hacia su madre lleva a la Marquesa a la desesperación y al consuelo del alcohol. El embarazo de Doña Clara produce un aumento en el desequilibrio emocional de la Marquesa que implora ante la divinidad –según las creencias católicas y las prácticas paganas- protección para el niño en camino. Llevada por esa angustia, La Marquesa emprende un viaje hacia la iglesia que se encuentra del otro lado del Puente de san Luís, en la ruta de Lima a el Cuzco.
La acompañante de la Marquesa era una adolescente, Pepita, huérfana del orfanato de Santa María Rosa de las Rosas, en Lima, cuya Abadesa María del Pilar buscaba el apoyo de la rica Marquesa para emprender la construcción de una obra hospitalaria para sordomudos y enfermos abandonados. Marquesa y acompañante regresaban a Lima el día del accidente del puente.
La Abadesa también había recogido a dos huérfanos gemelos, Esteban y Manuel, a quienes amaba y protegía como a hijos. Ambos recibieron el alimento y la instrucción necesaria para poder desenvolverse en la vida como escribanos. Manuel llegó a enamorarse de la actriz de teatro del momento, Clotilde la Perichole –amante y madre de los 3 hijos del Virrey de Perú, Don Andrés-. Para ella escribía las cartas dirigidas al Virrey y a un torero joven con quien le engañaba. Esteban sentía celos del nuevo amor de su hermano y en medio de la tormenta afectiva de los hermanos, Manuel se golpeó una rodilla y murió a causa de la gangrena. Esteban no podía soportar tanto dolor y abandonó la vida ordenada para dedicarse a vagabundear de Lima a Cuzco, dónde sobrevivía haciendo copias en la universidad de San Marcos.
La Abadesa pidió al Capitán Alvarado –que también sufría la pérdida de su única hija, Doña Isabel- que buscase al muchacho y se lo llevase con él en su próxima singladura. Así lo hizo el Capitán Y ambos volvían a Lima para tomar el barco el día del accidente del puente.
Clotilde la Perichole era una chiquilla que sobrevivía cantando por las calles cuando el Tío Pío, un descendiente ilegítimo de la aristocracia castellana quien después de recorrer todos los trabajos y actividades más o menos legítimas en la madre patria viaja a Lima, descubre sus aptitudes para las tablas. Aunque la Perichole –de nombre Micaela Villegas- es analfabeta, el Tío Pío se encargará de hacerle memorizar los textos de Lope de Vega, Cervantes y Calderón que la convertirán en la actriz preferida del Virreinato y en la amante y admiración de los hombres principales. Clotilde dará al Virrey tres hijos, uno de los cuales, Jaime se verá afectado de una enfermedad incurable. La Prichole a los 30 años abandona las tablas y 5 años más tarde es aceptada en sociedad. Disfruta de riquezas y estima social. Pero, años más tarde, sufre de viruelas y esa enfermedad la aparta de la sociedad y la lleva a la pobreza. Es entonces cuando regresa el Tío Pío para ofrecerle de nuevo su ayuda y para pedirle que le deje educar a su hijo Jaime, que le permita llevarse al niño durante un año a Cuzco para enseñarle bien el castellano. Y ambos sufren el accidente del puente.
El relato parece cerrarse con la asistencia de Don Andrés, el Virrey y de Doña Micaela Villegas al funeral en la catedral. Y a continuación el autor cierra también la narración sobre la vida y obra de fray Junípero con el ajusticiamiento y quema del fraile y su libro en la plaza de Lima.
Un tiempo después, Doña Micaela visita a la Abadesa en busca de consuelo, pues ambas habían perdido seres queridos en la desgracia del puente. Doña Clara, una año después acude también a consolar sus penas al convento de la Abadesa.
"Mas, aun cuando estaba hablando, otros pensamientos cruzaban las profundidades de su mente. "Hasta ahora –pensó- casi nadie, a no ser yo, recuerda a Esteban y a Pepita. Sólo Camila recuerda a su Tío Pío y a su hijo; esta mujer, a su madre. Pero pronto moriremos y con nosotras todo el recuerdo de aquellos cinco que dejaron la tierra, y a nosotras mismas nos amarán un poco de tiempo y nos olvidarán. Mas el amor habrá bastado; y todos los impulsos de amor retornan al amor de donde vinieron. Ni siquiera el recuerdo es necesario para el amor. Hay una tierra de los vivos y una tierra de los muertos, y el puente que las une es el amor, lo único que sobrevive, lo único que tiene sentido." (pág. 139)
ESQUEMA
1.- Hecho histórico
2.- Obra investigadora de Fray Junípero
3.- Funeral en la catedral por las cinco víctimas (La Marquesa Doña María, su acompañante la joven Pepita, Esteban, el Tío Pío y Jaime, el hijo de la Perichole).
4.- Condena y ajusticiamiento de Fray Junípero a manos de la Santa Inquisición.
5.- Funeral
6.- Visita a la Abadesa de la Perichole y de Doña Clara. La Abadesa ha conseguido levantar su obra hospitalaria. Triunfa la caridad.
IDEAS ANGLICANAS CONTENIDAS EN LA OBRA
Se acusa al clero católico del Perú de practicar la simonía y a la autoridad de vivir una vida licenciosa y no hacer nada por corregir las prácticas de simonía.
Se acusa al Tribunal de la Santa Inquisición de actuaciones injustas contra personas sencilla –el fraile espera que San Francisco le acoja en el cielo, no siente conciencia culpable- y contra todo lo que suponga investigación y trabajo científico.
Esta novela es una obra maestra de este gran escritor norteamericano. Aquí, a través de la historia, muy bien narrada, de una accidente en el Perú de la época colonial, nos enfrenta al probelma del azar y de la providencia divina sobre los acontecimientos y las vidas de los hombres. Detrás de la tragedia, se esconden los planes de Dios, que no es un cazador malvado.