La aparición en Nueva York del cadáver desnudo de una mujer innominada, de una sin hogar, pone sobre aviso a la doctora forense Kay Scarpetta y al capitán Marino de que Temple Gault, drogadicto y asesino en serie, está operando en la ciudad. Hacia allí se dirigen los investigadores con la finalidad de localizar a un asesino que se mueve por los túneles del Metro de Nueva York.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
---|---|---|---|---|
2011 | Ediciones B, S.A. |
584 |
978-84-9872-127-0 |
Comentarios
La novela comienza de un modo
La novela comienza de un modo relativamente confuso, pero según avanzan las páginas va ganando en interés y agilidad. Parece como si Patricia Cornwell fuera ganando en oficio a pesar de tratarse ya de una figura consagrada en el ámbito de la novela negra. Fundamentalmente nos encontramos ante una obra de entretenimiento pero ambiciosa dentro del género, aborda la corrupción policial, la xenofobia, los problemas matrimoniales, las drogas y dedica varias páginas a tratar sobre la homosexualidad.
Es interesante la figura del criminal que es malo desde la cuna, o dicho de otra forma, si es posible que exista una persona así sin antecedentes genéticos o familiares que le inclinen hacia el crimen. La autora no trata tanto de crear un misterio alrededor del crimen, ya que de hecho nos presenta al asesino en las primeras páginas, sino que trata de trasmitirnos la angustia de sus víctimas potenciales, entre ellas la doctora Scarpetta. Como le dice una psiquiatra a Kay, es como un gato que cazara ratones y se los llevara a su dueño como obsequio; en esta comparación la forense sería la dueña del gato ante cuyos pies van apareciendo los cadáveres hasta que llega a temer por su propia vida.
Según avanzamos en la serie de novelas que tienen como protagonista a la doctora Scarpetta ésta tiene menos oportunidades de trabajar en el laboratorio forense y más de hacerlo en la calle buscando a los delincuentes. Dada la pretensión de la autora de producir un sentimiento de miedo en el lector, las figuras criminales que dibuja Cornwell son siempre monstruosas o crueles en exceso. No se trata aquí de plantearse si a la novela le sobran páginas o no. En una obra de más de quinientas páginas es lógico que sobre material, lo que nos interesa es si éstas forman un todo coherente o no, a lo cual hay que contestar de forma positiva.