El protagonista de esta novela intenta hacer de su hijo un genio, aplicando en su educación todos los recursos de la pedagogía.
Se trata de una característica novela de Unamuno, en la que no importa tanto la construcción como el drama íntimo de los personajes. En ella ataca el autor a los "pedantes investigacionistas, que no investigadores" con el arma del humor. Y, junto a ello, defiende la libertad humana frente a las manipulaciones que algunos, bajo pretextos pretendidamente científicos, están dispuestos a realizar en nombre de la pedagogía o la sociología, de la ciencia en definitiva. Unamuno describe con brevedad y maestría las distintas peripecias, con un lenguaje a medias culto y a medias castizo, empleando una ironía afilada que, no obstante, maneja suavemente, sin estridencias.
El relato contiene una carga vitalista, enemiga de lo racional -el amor que triunfa sobre la previsión y la lógica-, pero que esconde un sombrío pesimismo: vida y razón se hermanan en un abrazo fecundo y trágico a la vez.Unamuno revela a las claras, en esta obra, su honda y angustiada preocupación religiosa, sus dudas sobre un Dios al que no concibe sino como proyección del yo al infinito, su hambre insatisfecha de inmortalidad.El tono humorístico de la novela y el carácter extremo de la situación consiguen paliar alguna de las afirmaciones erróneas que sobre aquellos temas se hacen, si bien subsiste un fondo crítico y vacilante cuyo peso, en última instancia, acaba imponiéndose.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
---|---|---|---|---|
2007 | Espasa-Calpe (Austral) |
209 |
978-84-670-2349 |
Comentarios
El libro consta de 209 páginas, pero no me resisto a advertir al lector que la novela que lleva el nombre aquí expuesto, estrictamente hablando, tiene 105. El resto lo explica el propio Unamuno en el epílogo donde cuenta que el editor le dijo que no se podía publicar una novela tan corta y ante la opción de poner dos capítulos más de propina, el autor prefirió poner un generoso epílogo. La “nivola” –no he terminado de enterarme por qué la llama así- es una burla al cientifismo de la época. La pretensión de don Avito de “crear” un genio deja paso a todo tipo de ironías y exageraciones. En ese marco, el ingenio y la facilidad narrativa de Unamuno quedan patentes y es capaz de construir una historia divertida, entretenida, donde otro hubiera escrito un ensayo. El planteamiento es trágico aunque triunfa el amor, que es de lo que se trataba, pero algunas intervenciones de los protagonistas rebosan del escepticismo del autor, como el coloquio entre Apolodoro y Don Fulgencio sobre el sentido de la muerte.
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