Línea de fuego

Durante la Guerra Civil española, el 25 de julio de 1938, cien mil hombres del Ejército de la República atravesaron el Ebro y plantaron cara a los nacionales -los sublevados- que ocupaban la margen izquierda del río. Pérez-Reverte relata diez días de esa ofensiva en un frente secundario, entre Mequinenza y Fayón, en la provincia de Zaragoza.

Manifiesta el autor que ni la localidad de Castellets del Segre, donde transcurre la acción de la novela, ni las unidades combatientes que se citan, existieron realmente. Sí serían reales, sin embargo, los hechos. En el Epílogo, Pérez-Reverte menciona la historia posterior de alguno de sus personajes, lo que nos hace pensar que no son tan ficticios como deja ver el autor.

 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2020 Alfaguara
682
978-84-204-5466-5
Valoración CDL
3
Valoración Socios
4
Average: 4 (1 vote)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

1 valoraciones

4

Libros relacionados

Comentarios

Imagen de enc

Afirma Pérez-Reverte que ha pretendido escribir este libro con objetividad. En el contexto de la Guerra Civil española, objetividad significa no falsear los hechos ni disfrazar las causas que dieron lugar a la misma. El autor pone en boca de sus personajes los motivos que condujeron a cada uno de ellos a la guerra. Veámoslo:

Santiago Pardeiro es alférez provisonal, al mando de una compañía de la Legión. Ha cumplido veinte años durante la batalla del Ebro. Escribe a su madrina de guerra: "Mi padre, con gran esfuerzo, montó un pequeño comercio en Lugo. Nada regalaron a mi familia las izquierdas ni las derechas. Sin embargo esta República desordenada y caótica lo cambió todo. Nos obligaron a tomar partido incluso a los que no lo teníamos, cuando la mayor parte sólo aspirábamos a orden, paz y trabajo. Pero eso es imposible cuando todo el mundo tiene la palabra revolución en la boca" (págs.104 y 105).

En el ejército republicano, la soldado de Transmisiones Patricia Monzón -Pato- es madrileña y comunista. Manifiesta que se había sentido arrastrada por las figuras de aquellas mujeres -la Pasionaria o Margarita Nelken- que durante la República llenaban plazas de toros con sus mítines: "Tenía 18 años cuando me aflilié a la Agrupación de Mujeres Antifascistas" (pág.153). Añade: "La democracia está sobrevalorada; es una simple fase previa para la dictadura del proletariado" (pág.129).

Emilio Gamboa Laguna, asturiano y comandante del batallón Ostrovsky, arenga así a sus hombres: "Sois la vanguardia de la revolución mundial, que los comunistas sabemos que no podrá hacerse hasta que se gane esta guerra" (pág.170). Y el capitán vasco Zugazagoitia, comunista desde 1934, se lamenta de que allí  "ni siquiera fusilaban curas" y que "lo mismo que con los burgueses traidores de la Generalidad catalana, habrá que arreglar cuentas cuando todo vuelva a su cauce" (pág.288). Esa obsesión por matar curas no es fácil de entender.

El moro Suleimán al-Barudi, de los Regulares de Melilla, reconoce que se alistó por la paga y porque su padre y su abuelo ya habían combatido antes que él. Considera un santo a Franco y lo explica así: "Son arrojos [rojos] malos. Queman iglesias y mezquitas y no creen en Dios, dueño de los mundos. Franco santo, bendito el nombre suyo, lo dice" (pág.598). Suleimán es el personaje simpático de la novela.

El cabo Oriol Les Forques, natural de Barcelona, pertenece al Tercio de Montserrat; carlista. El Tercio reúne a miembros de la alta burguesía catalana y aristócratas junto con estudiantes, obreros, empleados, funcionarios y payeses. Hablan en catalán y "tienen en común un profundo catolicismo y un odio visceral hacia los marxistas y separatistas que han desgarrado su tierra" (pág.136). Por el contrario, el aragonés Saturiano Bescós, "como muchos compañeros, sólo es falangista de uniforme". Pertenece a la XIV Bandera de Falange de Aragón y "hasta que lo reclutaron con otros jóvenes de Sabiñánigo, cuidaba cabras" (pág.359). Volvió al mismo oficio al terminar la contienda y hasta su muerte.

No todos creen en la victoria final. El legionario Ginés Gorguel, carpintero de Albacete, ha pasado toda la guerra deseando pasarse al bando republicano, lo que no le impidió recibir honores al volver a su ciudad con los vencedores. El capitán Bascuñana es comunista y jefe de Batallón. No duda "de la justicia de la causa, sino de si realmente merecemos ganar la guerra". Lo explica así: "He visto asesinar a mucha gente, y no por sublevarse contra la República, sino tan sólo por haber votado a las derechas" (pág.326). En este punto existe un paralelismo con lo que los falangistas llaman "depuración de personal desafecto en la retaguardia" (pág.358).

También los corresponsales extranjeros tienen reservas sobre el resultado de la contienda. El inglés Phil Tabb, del New Worker, considera que los republicanos merecen ganar la guerra, "pero ellos, no sus líderes: gentuza irresponsable que se dedica a ajustar cuentas, disputarse el poder y a reventar al adversario dentro de la izquierda" (pág.574). Y la norteamericana Vivian Saerman añade: "Asombra tanta nobleza en los que luchan y tanta vileza en los que están lejos del frente" (pág.575). Posiblemente se pudiera predicar lo mismo del otro bando.

En conclusión, se trata de una novela de guerra apasionante, que se lee muy bien, y contiene afirmaciones sobre la República y la Guerra Civil que el lector tendrá que aceptar o rechazar por si mismo.