La autora evoca su niñez en Criptana y Ontígola, pueblos de La Mancha. A sus padres, carteros rurales. La historia de su familia extensa: abuelos, tíos y primos; sus experiencias y los valores que han movido sus vidas.
Iris -hoy periodista- contrasta lo anterior con la vida que lleva en Madrid. Tiene más dinero que sus familiares, pero su vida es más pobre. Ha llegado hasta Dios sin saber bien cómo y decide que Dios no ha muerto, lo han asesinado, y que el ocio es hoy el nuevo opio del pueblo (pág.26).
Ella quiere tener hijos que continúen la estirpe familiar y se pregunta si encontrará un hombre como su propio padre, dispuesto a trabajar, cocinar, limpiar y cuidar de los hijos (pág.162). Es lo que ella llama "la presencia cómoda y tranquilizadora de un hombre en casa" (pág.99). Una frase nada feminista.
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Un libro original en el fondo
Un libro original en el fondo y en la forma. Parece una novela a modo de autobiografía, pues la autora relata su vida en Campo de Criptana, una familia de feriantes, bastante original. Muestra ser una gran observadora desde niña que plantea cuestiones importantes y difíciles de responder. En cuanto a la forma utiliza la ironía y un tono guasón con todo y con todos. Sin embargo, no es superficial sino profunda y con buena dosis de sentido común, algo importante pues es algo que falta en la cultura ambiental, por llamarla de algún modo. En el fondo es una defensa de la familia y de las costumbres de la gente sencilla, la vida natural que no echa en falta algunas ventajas de la ciudad. Destaca el papel de los abuelas que transmiten una vida y costumbres con valores consolidados. La novela es una crítica amable de algunas modas y costumbres modernas, de las imposiciones del lenguaje políticamente correcto y de ciertos tópicos de la izquierda sobre el rimbombante progreso.
Sostiene unos valores familiares de fondo, tradicional, de sentido común, aunque vistos con cierta ironía (presente en esta novela) y dando por buenas situaciones no muy ejemplares.
La religión aparece con frecuencia vista con cierta distancia personal. Su padre, en la novela, es un ateo monoteísta, como dice, por serlo a conciencia. No fue bautizada aunque más tarde hizo la primera Comunión a lo espontáneo. Sobran algunas expresiones que reproduce de los incrédulos de la familia por ser irreverentes y de mal gusto.
A primera vista, puede
A primera vista, puede parecer sorprendente que un libro que no está especialmente bien escrito, que es un cúmulo (repetitivo a veces) de recuerdos familiares que en algunos momentos carecen de interés haya tenido un éxito tan rotundo. El secreto de Feria es que, entre col y col, lechuga: Ana Iris Simón dice lo que piensa, sin prejuicios, sin complejos y sin plegarse a la dictadura de lo políticamente correcto. Feria es un libro de cuestionable calidad literaria, pero en él se alza una voz independiente que se atreve a decir sin tapujos, como la niña del cuento de Andersen, que el rey va desnudo. Y el vídeo viral de la escritora cantándole en vivo y en directo las verdades del barquero a un estupefacto Pedro Sánchez habrá impulsado, sin duda, la venta del libro.
En este relato se nos
En este relato se nos presenta una serie de valores que estaban, y siguen estando presentes, en nuestras vidas, valores que son perennes y que afloran ante el mito del progreso que deshumaniza nuestra existencia porque ha roto con la esencia misma del hombre, propone una realidad vacía porque no presenta mas que la degradación del hombre como pone de relieve el postmodernismo.
El relato pone de relieve la falta de formación, de conocimiento de las verdades que han configurado nuestra cultura proponiendo un modelo de vida que no conduce mas que al pesimismo. Propone una vuelta la lo genuino a lo ancestral que late en el interior de cada hombre cuando no se desvirtúa con el relativismo y el egoísmo de vivir al día sin un horizonte que atraiga, que ilusione y nos haga gozar de la vida verdadera.
Lamento de la familia que con el “progreso” pierde su valor constituyente ante el engaño de una quimera vacía que desvirtúa el amor y hace olvidar las raíces profundas donde se construye la felicidad y el valor de sentirse madre, padre e hijo, que dan sentido a la vida y la hacen deseable, digna de sacrificio por un amor que perdura y late en el interior del hombre elevándolo sobre el materialismo y superficialidad del momento.
Da por normal una situación familiar irregular y una ruptura fundada en la frivolidad, y asimilada como habitual en lugar de aceptarse y poner los medios con sacrificio para una convivencia pacífica y para el bien y ejemplo de los hijos.
Iria ha estudiado petriodismo
Iris ha estudiado periodismo y a los veintiocho años vive en Madrid, en un piso compartido, sin hijos, coche, ni casa. "Nos hemos creído lo de la libre elección -piensa-, lo del progreso y la democracia liberal como única arcadia posible. ¡Menuda arcadia!" (pág.20). Burlonamente escribe: "Daría mi movil por una definición realista de eso que llaman progreso" (pág.26).
Siente envidia de la vida que habían llevado sus padres cuando tenían su edad: "Nuestros padres tenían menos títulos académicos, pero a nuestra edad tenían hijos, hipotecas y pisos en propiedad" (pág.21). La familia de Iris proviene de La Mancha, de Campo de Criptana, y sus padres son carteros. Su madre, la Ana María, procede de una familia de vendedores ambulantes y el padre, Javier, a una estirpe de labradores. No pretende que hayan sido perfectos, al contrario, pero observa que "nos pasamos la adolescencia y la primera juventud deseando no parecernos a nuestros padres y, al final nos damos cuenta de que casi todo lo que tenemos de bueno no es nuestro, sino suyo" (pág.193).
"Yo siempre había pensado -continúa- que tener hijos de joven era de pobres" (pág.26). Su amigo Jaime la hace ver que no tienen hijos porque no quieren. "Jaime -explica- gana más de lo que ganaban sus padres a su edad. Yo tengo más dinero del que tenían mis padres a mi edad y del que tienen ahora" (pág.22). Mi abuelo Vicente, el labrador, nos recordaba que "él había criado a ocho [hijos] en una casa con letrina y a medio hacer que había ido reformando cuando podía" (pág.135). Los abuelos feriantes -Gregorio y María- "sólo hicieron dos cosas: tener hijos y recorrer España con la furgoneta Sava que habían comprado". Hoy el abuelo Gregorio opina que "la feria ya no es lo de antes porque la vida se ha ido convirtiendo poco a poco en una feria: Consumo, griterío y jolgorio" (págs.121 y 127). ¿Para qué ir a la feria a divertirse si se puede hacer cada día en cualquier sitio?
Iris adora a su familia y desea tener hijos que continúen el linaje; devolver lo que ha recibido de los suyos en vida y amor; contarles las historias familiares igual que ella las ha escuchado (pág.137), pero tanto Iris como sus amigas se dan cuenta de que viven rodeadas de críos de treinta años que no serían capaces de actuar como padres. Finalmente la periodista tendrá a su hijo. Por pudor, que también es una virtud, no nos explica si se ha casado ni cómo o con quién a tenido a su hijo. Es fácil imaginar que Feria es un regalo para el hijo que va a nacer, una brújula para su vida.
En el libro hay muchas anécdotas interesantes de la autora y su familia que no viene al caso resumir. El estilo narrativo, sin ser excelente, nos recuerda a Elvira Lindo en Manolito Gafotas, o a Francisco García Pavón en Plinio, el policía municipal de Tomelloso. La autora se complace en utilizar los casticismos e incluso los vulgarismos que ha escuchado de boca de sus abuelos: "Hay que preservar la riqueza del castellano" -explica. La obra es ante todo didáctica. Cuando menos nos permite leer algo distinto de los tópicos al uso. Hace falta provenir de una familia de comunistas, feriantes y descreídos para expresarse con la libertad con que lo hace Ana Iris Simón.
Para todo tipo de lectores.
Libro valiente y auténtico,
Libro valiente y auténtico, porque auténtico es lo que se cuenta, auténticos son los personajes, y valiente porque está lleno de sentido común, frente a lo políticamente correcto y a un progresismo bastante pobretón y de recorrido corto, por basarse en el relativismo nihilista. El lenguaje es directo, descarnado y duro a veces, pero rico también por los númerosos términos y giros del habla manchega y de la sabiduría popular que se incluyen. Magníficas las figuras de los abuelos de la autora, entre otros muchos personajes entrañables en su humanidad. Al final de añade un original relato quijotesco, escrito por la autora y por su hermano. Quizá con un repaso de la puntuación alguns pasajes se leerían con más comodidad. Luis Ramoneda. Leer artículo >>
Sorprendente. Un canto a la
Sorprendente. Un canto a la tierra y a la familia, con una sinceridad espléndida, con una mezcla de sentimientos y de recuerdos que hace de su propia biografía una manifestación de lo que fue España, La Mancha, Campo de Criptana, y ya no es. ¿Cuál es el sentido de esa existencia? Queda en el aire, pero suficientemente apuntada. Me parece que lo más acertado para calificarla es “valentía”. Pocos escritores son capaces de exponer esa mezcla de recuerdos, dudas y visiones proféticas. Leer artículo 1 >>, leer artículo 2 >>, leer artículo 3 >>, leer artículo 4 >>, leer artículo 5 >>