Castellano

Relato acerca del movimiento comunero en Castilla contra el joven rey Carlos de Gante, nieto de los Reyes Católicos. Carlos y sus acompañantes flamencos llegan a Castilla con la intención de exprimirla económicamente para favorecer las aspiraciones del primero al Imperio Romano-Germánico. La sublevación de los castellanos contra ese estado de cosas fue derrotada militarmente en 1521, en la batalla de Villalar. Sus líderes -Padilla, Bravo y Maldonado- ejecutados.

El autor explica las razones que le han llevado a investigar acerca de la sublevación de los comuneros en Castilla. Después de una temporada residiendo en Barcelona, ha sentido la necesidad de volverse hacia sus propias raices castellanas y demostrar que Castilla había sido en su día cuna de libertades.

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Hijo de un malagueño y de una mujer con raíces familiares en Salamanca, nacido en Carabanchel (Madrid) en 1966, el autor explica cómo nunca había sentido un especial apego territorial: "Me mantenía -escribe-, a efectos de identidad, en ese limbo que muchos madrileños aceptamos como nuestro hogar, nuestra cultura y acaso nuestro destino, sin mayores aspiraciones de sustituirlo por otro" (pág.27). Lorenzo Silva explica cómo en su juventud había sentido predilección literaria por los autores "sin sitio, los apátridas, extranjeros y desterrados" (pág.14), y cita a KafKa, Chandler y Proust, a los republicanos españoles exiliados Sender, Barea y Chaves Nogales, así como al judío alemán Walter Benjamin.

Narra el autor cómo, habiendo residido por temporadas en Barcelona desde 1992, deseaba aprender la lengua catalana que siempre había admirado y para ello escuchaba las emisoras de radio en catalán. No obstante, llegó un momento en el que él, que nunca se había sentido identificado con parte alguna del territorio español, sentía alterarse su ánimo al escuchar agresiones verbales contra la realidad española: "En todas ellas, cada vez con más frecuencia, empecé a oir comentarios condescendientes, desdeñosos e incluso despectivos hacia la gente cuya sangre corría por mis venas" (pág.55). "Una y otra vez se aludía a ese sumidero de perversión, latrocinio y conspiraciones anticatalanas que acogía la ciudad de Madrid" (Id.). "Me hartó oir por enésima vez que andaluces, castellanos, madrileños y demás vivían sin dar un palo al agua a costa de la laboriosidad catalana" (Id.). "Que no era Castilla más que un páramo (...) de aridez moral" (pág.57).

El autor reacciona con elegancia frente a las descalificaciones: "No quería hacer del improperio ajeno coartada para entregarme a una retórica similar (...). No estaba dispuesto a dejarme reducir a la baja condición de odiador de una lengua, una sociedad o de la tierra que las acoge" (pág.59). "Solo hay una manera inteligente de responder a quien nos ataca u ofende (...) Conocernos mejor con todas las luces y las sombras que nos tocan por ser lo que somos" (Id.). 

Un día -continúa el autor- conduciendo entre Madrid y Jaén, escuchó al grupo musical Nuevo Mester de Juglaría que había musicalizado el poema de Luís López Álvarez Los comuneros, y que comienza así: "Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres, al sufrir que un tan noble reino sea gobernado por quienes no le tienen amor" (pág.28). Añade que "fue oir aquello y toda la piel se me erizó de golpe". En ese momento Silva decidió informarse sobre la rebelión de los hombres de Castilla, los comuneros, contra la Corona; una de esas batallas nobles pero desgraciadas que en ocasiones nos ofrece la historia.

Madrid sigue siendo para el autor "ese viejo poblachón manchego ascendido a Capital, desdibujado por los aluviones de hambrientos arrojados allí durante siglos desde los más variados rincones peninsulares" (pág.14). No es una ofensa, es otro modo de decir que Madrid acoge a todos los españoles de cualquier procedencia sin interrogarles sobre su origen o su extracción social. En todo caso Castilla no necesita justificarse ante las demás regiones peninsulares; la gran obra de Castilla no está en Europa, ni siquiera en la península ibérica; la gran obra de Castilla y su reflejo que nunca desaparecerá está en América (págs.204 y ss.); y si alguno pregunta por el oro de América le contestaremos, con Quevedo, que fue a parar a las manos de los banqueros europeos o al fondo del mar.

Nos encontramos ante un intento de definir el carácter castellano y las venturas y desventuras de Castilla en la historia. No obstante, la mezcla de sucesos del presente con hechos ocurridos en el siglo XVI resulta un poco forzada y priva de unidad a la obra. Para lectores interesados.

Imagen de Azafrán

Lorenzo Silva emprende una búsqueda de las raíces de su identidad personal a través de la historia. Se considera un republicano del siglo XXI e indaga sobre los movimientos que han enfrentado a la gente de a pie, a los pobladores de Castilla, en defensa de sus derechos frente a los poderosos, incluso frente a los monarcas. Haber respaldado la corona habitualmente no significa una completa aquiescencia a deseos que el pueblo pudo haber juzgado excesivos o injustos para estas tierras y sus pobladores.

Entre lealtad al monarca y lucha por defender lo propio, el espíritu castellano está lejos de ser algo sometido, pusilánime. Esta es la tarea que se propone Lorenzo Silva: demostrar que lo castellano es un estilo de vida que ha dado y da razón de ser a esta región de España.

La rebelión comunera es uno de esos momentos históricos que dejan patente el carácter castellano. El joven rey Carlos I de España ve la necesidad de ser coronado Emperador del Sacro Imperio Germánico, al fallecimiento de su abuelo Maximiliano de Austria. Para él, educado en la responsabilidad de mantener el catolicismo en Europa, le parece necesario ese título para enfrentarse al naciente protestantismo. Sin embargo, en Castilla, esta necesidad no es patente, sobre todo cuando supondría un aumento de la presión fiscal sobre sus gentes que ya muestran desconfianza ante la llegada de nobles flamencos deseosos de esquilmar a los castellanos. La lejanía que existe entre el sentir del joven monarca y su pueblo queda patente en las Cortes de Santiago de Compostela, 1520, en las que 14 de las 18 ciudades convocadas se mostraron reticentes a recaudar el dinero que el monarca solicitaba.

Las grandes casas de nobles aprovecharon el alejamiento del pueblo del sentir de su joven monarca e hicieron correr una falsa información sobre posibles nuevos impuestos que exasperaron a los castellanos. Ausente el monarca de España, los castellanos Juan Padilla de Toledo, Juan Bravo de Segovia y Francisco Maldonado levantaron al pueblo castellano.

Algunas preguntas sobre el contenido de Castellano:

Primavera de 1520

1.- ¿Qué indigna a los habitantes de Toledo?

Los flamencos que llegaron junto al príncipe para administrar Castilla acumulan cargos y venden rentas y beneficios. Participan así de una corrupción extendida. El fruto de su rapiña se lo llevan a Flandes, vaciando Castilla de sus capitales.

Carlos I no se cansa del boato borgoñón que repele a los castellanos, refractarios a ropas lujosas, fiestas y banquetes. Un rey que apenas paró en Castilla para ser reconocido y luego se fue a Aragón y ha preferido instalar la corte en Barcelona, desde la que ha maniobrado para hacerse adjudicar la corona imperial tras ganarse a un alto precio en dinero la voluntad de los príncipes electores alemanes. Págs. 30-33

Como una verdadera afrenta sienten los toledanos que Carlos I no se haya pasado por la sede arzobispal primada, donde es costumbre que se entronice a los reyes de Castilla limitándose a pasar por Tordesillas y Valladolid. No menos les ha dolido el nombramiento para ocupar la sede que deja Cisneros a su muerte, del imberbe flamenco de veinte años Croÿ, sobrino del señor de Chièvres, y que morirá sin pisar Toledo.

2.- ¿Quién era Juan Padilla?

Caballero y uno de los regidores de la ciudad de Toledo. Casado con María Pacheco, hija del conde de Tendilla y del primer marqués de Mondéjar, Íñigo López de Mendoza, adelantado mayor de Andalucía y Capitán General del Reino de Granada, ya difunto y sustituido por el hermano de María Pacheco, don Luis Hurtado de Mendoza.

Juan Padilla tiene experiencia militar que adquirió en Navarra en 1512, junto a su padre Pedro López de Padilla quien renunció a la capitanía en Toledo en favor de su hijo en 1523, descendiente del remoto fundador del reino Fernán González. Es un hombre que se ha ofrecido con nombre, su hacienda y todo cuanto le es querido a representar la voluntad de su ciudad y asumir la defensa de los suyos y de los más humildes frente al poder. Pág. 37-39

3.- ¿Qué pasa en las Cortes de Santiago de Compostela?

En la primavera de 1520, Carlos I abre las cortes en Santiago de Compostela, con la finalidad de recaudar nuevos impuestos que le permitan convertirse en el Emperador del Sacro Imperio Germánico, a la muerte de su abuelo Maximiliano de Austria.

Abre la sesión el obispo de Badajoz, don Pedro Ruiz de la Mota, ante un ambiente enrarecido y reacio a dar el dinero que pide el monarca. De las 18 ciudades convocadas, a Toledo y a Salamanca no se las permite participar. El obispo de la Mota argumenta que es una ocasión más para que España contribuya enviando a Roma otro nuevo emperador español, como lo habían sido Adriano, Trajano y Teodosio. Intentó el obispo Mota que las cortes entendieran el nombramiento dentro de la misión de la monarquía española como de especial servicio a la Iglesia Católica. Pero las ciudades estaban seriamente ofendidas por el trato recibido por el joven monarca y se oponían en gran mayoría. Le pidieron al monarca que no se ausentase de Castilla antes de casar y dar un heredero. En caso contrario que permitiese el retorno de su hermano Fernando y en último extremo que dejase la corona bien atendida en manos de un español. Carlos partía sin atender a ninguno de estos requerimientos y dejó como virrey al Cardenal y obispo de Tortosa, el flamenco Adriano de Utrecht.

Contó el emperador, al inicio de las cortes,  con el apoyo de la ciudad de Burgos, cuyo corregidor no era otro que el hermano del obispo Mota, García Ruiz de la Mota, quien representa al núcleo dirigente formado por ricos exportadores de la lana de la Mesta. Los hombres del emperador les han prometido mantener bien engrasados los canales de comercio con Flandes. Se le oponen Toledo y Salamanca.

La contumacia de Toledo, personificada en la postura de Pero Laso de la Vega, recibe su merecido y es apresado y desterrado a Gibraltar. Los doctores y eclesiásticos salmantinos han forjado una pieza de orfebrería dialéctica ofendidos ante la exigencia de un subsidio extraordinario a través de una bula firmada por el papa León X.

Comienza una compra de votos. En la oposición se mantienen Córdoba, Murcia, Madrid, Toro, Toledo y Salamanca.

4.- ¿Quién fue Francisco Vitoria?

El dominico Francisco Vitoria, nacido en Burgos, doctor por la Soborna y catedrático en Salamanca, no volvió de París antes de 1522.

Impartía lecciones sobre los límites naturales del poder del emperador y del Papa, la dignidad del ser humano, el derecho de los pueblos al respeto de su idiosincrasia, su fe, su cultura y costumbres: derecho de gentes.

Su doctrina inspiró las leyes de Indias, ese corpus normativo que sólo Castilla consideró necesario promulgar a favor de los seres humanos que habitaban sus colonias y que, si bien no evitó abusos, sí les dio a los nativos americanos un título legal para invocar derechos en vez de reducirlos a la exterminación. Cfr. P. 80

Un castellano precursor de lo que iba a ser la modernidad, sobre la acabó instalándose la Ilustración y el mundo que conocemos.

5.- ¿Quién fue el conde Fernán González?

En Covarrubias, en la ex colegiata de San Cosme y San Damián, en un sencillo sarcófago reposan los restos del conde Fernán González. Su tataranieto, Fernando I el Magno unió el condado de Castilla a la corona leonesa al tomar como esposa a su heredera Sancha. Y el hijo de ambos, Sancho, se convirtió en el primer rey de Castilla y León.

El origen del condado castellano se remonta a finales del siglo VIII y principios del IX, tras la retirada de los musulmanes del emirato cordobés de la faja septentrional peninsular por el desinterés de los Omeyas hasta la línea del Duero. La parte central y occidental lo ocuparon los reyes de Asturias y de León, mientras que el extremo oriental, zona de paso entre los valles del Duero y el Ebro, es donde iba a nacer Castilla, con aportes humanos de colonos cántabros y vascones, mozárabes y población hispano-visigoda; campesinos libres que se defendían de las razias musulmanas y de las correrías de las mesnadas cristianas. Caballeros villanos que agarraban la espada y caballo para defender el pan de sus hijos. Desde los cenobios que proliferaron por la región legitimaba su orden social y su derecho a la posesión y explotación de aquel territorio. Pronto esas aldeas se reunieron en alfoces, o comarcas dependientes de núcleos urbanos en cuyos cerros se erigieron fortalezas y castillos. Cfr. P. 85

En lugar del Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo, la recopilación del derecho visigodo que aplicaba la justicia leonesa, en Castilla, los pleitos se dirimían según el dictamen de hombres expertos designados por la comunidad.

Fernán González, descendiente de uno de esos jueces legendarios, Nuño Rasura, acudía a las Cortes de León cuando se le convocaba. Pero su poder no procedía del vasallaje al rey de León, aunque este le echara una mano contra las expediciones de castigo que lanzaba sobre su frontera el califa Abderramán III, al que asolaron la plaza de Mayrit y derrotaron juntos en Simancas.

De la penuria castellana nace el deseo que afirma su libertad. Es esa pobreza vencida por sus propios medios, por su afán de vivir para sí y no fiados a la protección de señores más poderosos es lo que levanta a Castilla, la hace existir y la justifica. Es la voluntad de ser y de reclamar la propia dignidad de la que impone el límite la autoridad del déspota.

6.- ¿Qué fue el infundio de los impuestos que se difunde en Segovia en la primavera de 1520?

Tras la redacción y difusión de este infundio están los nobles ofendidos por haber quedado al margen del gobierno y sometidos a un cardenal extranjero.

“Todo hombre casado, pechero o no, habrá de pagar además un ducado por él, otro por su esposa, dos reales por cada niño que tenga, un real por cada sirviente, cinco maravedíes por cada oveja o cordero más una suma adicional en función de las tejas de su casa. A mayor abundamiento, según afirma el panfleto, se han autorizado gravámenes complementarios sobre la carne, el pescado, el aceite, la cera, los paños, e curo, el hierro, el vino, las sardinas, las anchoas; en definitiva, todos los artículos de uso corriente, con la sola excepción del pan.” Cfr. p. 90.

El cardenal Adriano, virrey de Castilla, no consigue desmentir el infundio tras cuya redacción y difusión se encuentran los grandes nobles ofendidos por haber quedado al margen del gobierno y sometidos a un cardenal extranjero. No tiene sólo enfrente a las ciudades díscolas, los eclesiásticos airados, los regidores y los pequeños nobles ensoberbecidos y el pueblo exaspero por tener e pechar una vez más para sostener empeños imperiales que ni compare ni entiende. A todos ellos tiene que añadir los malos oficios de la alta nobleza.

7.- ¿Cuáles fueron las primeras reacciones ante el infundio?

Se desata la cólera en Segovia donde se ajusticia y cuelga a tres procuradores. El frente de los revolucionarios se pone Juan Bravo. El juez Ronquillo y el capitán Fonseca sitian Segovia y fracasan. En Madrid la tropa se une bajo el mando de su capitán Juan de Zapata.

Ronquillo solicita que se le permita ir contra Media del Campo, donde se almacena el parque de artillería del reino, para conseguirlo y echar abajo a cañonazos los muros de Segovia. Topan con la oposición del condestable de Castilla. Ronquillo levanta el cerco y se retira a Arévalo.

Toledo envía hombres armados a Segovia y les exhorta a liberarse del virrey. Por debajo del rey tan sólo se respeta a la Real Chancillería de Valladolid. Adriano le pide al monarca que acepte las reivindicaciones fiscales de los revoltosos y la asfixia financiera. Cuando a finales de julio llega la respuesta de Carlos V, en la que accede a lo que Adriano le pide, ya es demasiado tarde. Toledo ha puesto en marcha una junta en Ávila. Adriano autoriza que se vaya sobre Medina para apoderarse de la artillería y tener así más opciones contra el ejército de los comuneros. Cfr. P. 105 y ss.

8.- ¿Qué representa el Cid para los castellanos?

Lorenzo Silva se identifica con el espíritu beligerante y noble de El Cid, capaz de enfrentarse al rey Alfonso VI de León y exigirle juramento de no haber tenido parte en el asesinato de su hermano, Sancho II el fuerte, rey de Castilla, León y Galicia, en 1072.

Ese mismo espíritu rebelde contra lo que se siente como injusticia es el que inspira la letra de la canción inspirada en el poemario de Luis López Álvarez, autor del poemario épico Los comuneros.:

-Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres, al sufrir que un tan noble reino como eres sea gobernado por los que no te tienen amor.