considerado como el libro fundamental de Rafael Alberti, la rebelión contra el cielo dogmático de sus maestros jesuitas alcanza su culminación humana y poética. Sus ángeles son ángeles fuera del paraíso ("¿ a dónde el Paraíso-sombras, tú que has estado?"), ángeles sin Dios, sin suerte desengañados, rabiosos ("son puertas de sangre, -milenios de odios, -lluvias de rencores-"), crueles ("perforados- por un rojo alambre en celo"), tiznados, envidiosos, ("un cielo, verde de envidia, -rebosa mi boca y canta"), avaros, infieles, sonámbulos, que se revuelven coléricos y angustiados, en un universo desordenado y caótico.
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Publicado en 1929, es el quinto poemario del autor y, pese a su juventud, ya una obra maestra. Responde a una situación de crisis del poeta, "de muy mal humor" aquel año, fruto de su conciencia de haber perdido la ingenuidad. El mundo angélico que actúa en estos versos es muchas veces reflejo de las pasiones y vicios humanos: ahí están el ángel de la ira, el mentiroso, el envidioso, el falso, el feo. Otros ángeles parecen compartir la desdicha o la soledad: el desconocido, el sin suerte, el del misterio. También hay algunos que acompañan los avatares de la condición humana: los ángeles colegiales, los muertos, el de arena, el ángel tonto. Con abundantes reminiscencias de poetas españoles –resalta en especial la presencia de Bécquer, pero también se oyen ecos de Quevedo y Juan de la Cruz- el sentido religioso de los textos toma la Biblia como referente próximo, interpretando personalmente textos y pasajes. El punto de partida, la pérdida del alma, da tono a todo el conjunto, muy variado desde el punto de vista métrico y de formas. Las imágenes surrealistas se van apoderando del texto, el verso se alarga, el "ángel de la luz" lucha cada vez con mayor denuedo contra el "ángel de las nieblas". Sólo de vez en cuando, en medio de la desesperación, surge el "ángel bueno", que viene "para cavar una ribera de luz dulce en mi pecho/ y hacerme el alma navegable". Predomina la violencia, la oscuridad del pozo, el temor del juicio y del infierno. Y por encima de todo, también sobre los ángeles, el verso inolvidable de Alberti que es capaz de decir: "La luna era muy tierna antes de los atropellos". Y también: "Por cada tres osos la luna había perdido tres guardabosques"