El mal de Montano

A caballo entre el diario íntimo y la novela, el viaje sentimental, la autoficción y el ensayo, El mal de Montano, nos propone el triunfo de la literatura, como si sólo a través de la literatura pudiéramos entrever una idea de supervivencia, alguna forma de salvación, cierta posibilidad de un sentido nuevo para la existencia propia. Un narrador, que firma sus libros con el matrónimo de Rosario Girondo, escribe un diario personal y un diccionario tímido de su vida y lleva tan lejos su mal de Montano, está tan enfermo de literatura que la ficción inicial acaba transformándose en una realidad cuando el autor decide convertirse en carne y hueso en la literatura misma, encarnarse en ella, transformarse en la memoria de la Biblioteca universal, entrar a formar parte de una sociedad secreta de conjurados contra los enemigos de lo literario.

Ediciones

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2002 Anagrama
315
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3
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"El mal de Montano" se presenta al lector como una novela, pero se entiende mejor si se toma como cinco cuentos, relatos o lo que sea con un punto en común: el amor y el desamor por la literatura. Un escritor puede optar por dos caminos: trasladar al lector sus reflexiones o contar historias. Vila-Matas utiliza simultáneamente las dos opciones: especular y fabular. Mientras el lector trata de seguir sus argumentos tropezará con un relato más o menos fantástico, delirante; una vez que se haya acoplado al ritmo que impone el relato se encontrará con que el autor ha derivado nuevamente hacia la reflexión erudita. Chorretones de erudición resbalan por sus páginas. "Esta obra –nos informa el autor- reúne ensayo, memoria personal, diario, libro de viajes y ficción narrativa". Es decir, un batiburrillo de géneros que no facilita la lectura. Y no te quejes lector porque el autor ya te ha calificado como "hypocrite lecteur, món semblable, món frêre". Pero no te preocupes porque también ha arremetido contra editores y agentes a los que considera "topos" de la literatura. Por el contrario se muestra muy amigable con Musil, Walser, Kafka, Pessoa y compañeros mártires con los que inventa una Acción Sin Paralelo en defensa de la literatura. Si existen obras escritas para uno mismo y no para el lector esta es sin duda una de ellas. No quiere decirse que no se pueda aprender algo. El mal de Montano es una enfermedad, bautizada así por Vila-Matas, que consiste en que el autor no vive en el mundo real, sino en un mundo literario. Sus amigos murieron hace décadas o centurias, pero él los trata a través de los libros que escribieron y especialmente de sus diarios. El enfermo aspira a convertirse en "memoria viva de la literatura" e incluso a no ser, "disolverse en su propia obra". Afirma que "sin la literatura la vida no tiene sentido", pero se ve obligado a reconocer con Kafka "cuánta angustia puede haber en la literatura". No todo lo que está impreso en los libros es literatura y una literatura que desconoce su propio objetivo ni siquiera se puede calificar como humana.

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No he sido capaz de terminarlo. Si en el último cuarto cambia en algo el libro agradeceré que alguien me lo diga. Llamar novela a este escrito me parece un tanto atrevido. La primera parte -porque esto va por partes- es una especie de novelita sin sentido y con final obsceno para cumplir con las reglas de lo premiable. En el resto del libro hace no se sabe cuantas consideraciones sobre esa novelita, o sea, es un regodearse sobre cómo, por qué, cuando, escribió aquello. Y como parece no tener nada más que contar se le ocurre hacer un dicionario de autores que han escrito diarios. Total que van apareciendo toda una colección de autores tristes, depresivos y suicidas, con los cuales, al parecer, se identifica el autor con gran entusiasmo. Todo mezclado con un hablar de sí mismo tremendamente agotador. Una vez más he caído en la trampa de los premios. ¡Es premio Herralde! me dijeron, es buenísimo; y yo avanzando penosamente buscando la gracia. Pero nada. Eso sí, está claro que para tener premio hace falta contar alguna obscenidad, o ser un personaje agnóstico, inmoral o alguna de estas cosas. Cada vez está más claro.

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Las novelas de Vila-Matas son exclusivas. Exigen interés extremo en los recovecos de la literatura universal. A veces pareciera que son sólo un pretexto para la erudición del novelista y la experimentación.
El mal de Montano (Premio Herralde de Novela 2002) es así. Qué se le va a hacer. De tal modo que quien espere una novela regular se llevará un chasco.
El protagonista y narrador —un crítico literario, álter ego de Vila-Matas— padece un enfermizo amor a los libros que lo arrastra a un semi delirio. En medio de la realidad y su mal, el crítico habla sobre el privilegio de leer y reclama al mundo su abandono de la literatura.
El relato —donde conviven cierta forma narrativa, el vuelo reflexivo del ensayo y una voz autobiográfica, entre otros registros— es también oportunidad para que el autor lance una propuesta estética, fundamental para entender los nuevos rumbos de la literatura hispana.
Siempre en la frontera, Vila-Matas se atreve a escribir un libro difícil, una reivindicación de la novela moderna —tras Joyce, Beckett o Musil— que no sólo es una arenga a favor del arte, sino uno de los refinamientos más delicados de la narrativa española actual.

Lorenza González

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XX Premio Herralde de novela, Premio nacional de la crítica de narrativa castellana, 2002, Premio Médicis, 2003