Desde la segunda mitad del siglo XIX el ideario de los nacionalismos ha sido construido apoyándose sobre todo en realidades históricas del pasado a partir de las cuales se pretende explicar y modelar el presente. Por ejemplo, del régimen foral vigente en las provincias vascas hasta las Guerras Carlistas se deduce hoy el derecho de autodeterminación, y en la existencia de diversos reinos en la Edad Media se anclan proyectos para articular el Estado en el siglo XXI. En estas páginas se analiza qué hay de verdad y qué de falsificación en las construcciones históricas de las que se extraen consecuencias políticas para la España del futuro. Es el de los nacionalismos un tema que, debido a la extrema crispación de la vida politica española en el siglo XX, sigue sin poder ser tratado con objetividad y mesura. Por eso, la principal virtud de estas páginas es haber tratado tan espinosa cuestión con total indiferencia hacia los tabúes de la corrección política, lo que ha dado como resultado un enfoque frontal y sin complejos que a muchos lectores sorprenderá y a ninguno dejará indiferente.
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Así terminaba un famoso poema de Joan Maragall, y así, en inglés, rezan unas pegatinas que difunde el PNV. Llevan ya un siglo despidiéndose de España los nacionalistas periféricos, interminable despedida cuyas claves nos explica ahora Jesús Lainz, en un voluminoso pero muy sustancioso libro del mismo título.
El libro de Lainz llega muy a tiempo y es de lectura obligada para quien quiera conocer unas pseudomitologías que no por absurdas dejan de tener influencia y fundamentar uno de los problemas más importantes, si no el más importante, en el futuro próximo de España. El detenido repaso de Lainz, sobre todo del nacionalismo vasco, aunque también del catalán y el gallego, nos hace ver hasta qué punto son esas ideologías un combinado de vanidad pueril y victimismo paranoico, amasado en una permanente falsificación histórica.
He aquí un ejemplo característico (pero los hay a centenares), que además, de tan repetido, ha llegado a ser aceptado por historiadores no nacionalistas: la frase domuit vascones (dominó a los vascones), atribuida por el PNV y ETA-Batasuna a los reyes godos. El clérigo nacionalista fray Bernardino de Estella afirma en su Historia Vasca, de 1931: «En las crónicas de los reyes visigodos se encuentra una frase constantemente repetida: Domuit vascones. Vencer a los vascos fue la idea que abrigaron todos los reyes visigodos. Pero la frase, siempre repetida hablando del mismo pueblo, indica claramente que jamás lograron dominar a las tribus vascas». Muy lógico. En la misma idea insisten otros historiadores nacionalistas, como Martín de Ugalde. El cura Anastasio Arrinda insistía, en 1997: «Todos los cronicones de la vida de los reyes godos o visigodos terminan con esta frase lapidaria: Domuit vascones ( ) señal de que nunca los subyugaron». José Jon Imaz atacaba, en un artículo furioso: «No pongáis vuestras manos en la educación de nuestros hijos ( ) Para historia nacional, ya tenemos la nuestra.» Y se burlaba de «esa lista de reyes godos cuyas biografías terminaban siempre en el domuit vascones». Y así sucesivamente.
Claro está que el lema altomedieval tiene, sobre todo, una aplicación a la política de hoy, y es invocado por los discípulos de Sabino Arana, terroristas o supuestamente moderados, como augurio de fracaso para 'Madrid'. El vascómano useño Mark Kurlansky, en una Historia vasca del mundo muy vendida en Vascongadas, repite la expresión y concluye: «Todos los gobernantes de la Península hasta el actual Ejecutivo español han abrigado la misma intención: Hay que controlar a los vascos». Anasagasti cultiva el lema: «El frentismo español diseña una vez más el domuit vascones». Y tantos otros. «Recordémosles la historia de Rodrigo, el último rey visigodo, que por andar entretenido en dominar una vez más a los vascones perdió su reino y su vida. Para que aprendan», concluyen los batasunos.
La idea tiene el doble componente del narcisismo («nunca nos dominaron») y del victimismo («siempre han intentado subyugarnos»), y de ahí su cultivo incesante como alimento espiritual del odio. Y sin embargo nunca existieron esos cronicones de los reyes godos ni nunca escribió esas palabras Isidoro de Sevilla, a quien también se las atribuyen. Sólo una referencia posterior en siglos, y ceñida a Leovigildo, habla de que venció a «los feroces vascones». Como resume Armando Besga, doctor de la universidad de Deusto, «Aunque parezca increíble, lo cierto es que la dichosa expresión domuit vascones no aparece ni una sola vez en las fuentes de la época de los reinos germánicos, lo que demuestra cómo se ha hecho una parte de la historia de los vascones que, además, ha trascendido mucho». Parece increíble, en efecto, que una falsedad tan grosera se haya repetido tanto y llegado a fundamentar toda una visión histórica y política actual. (Pio Moa)