«Cuando acabé de escribirte esta larguísima carta comprobé que era un libro», le explica Telela a Amanda y, más adelante, añade «No me gustaría que mi carta fuera una suma de versos sueltos, de ideas sueltas, sino cadena fuerte con eslabones de consuelo y de vida ante lo que parece roto para siempre, pero conforma un mosaico». Telela, culta y enamorada de un marido ausente para siempre, recrea, recuerda..., recupera para Amanda, pero sobre todo para ella misma, distintas momentos de su existencia en espacios bien diferentes -Madrid, Barcelona, Jaén-.
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Sin alharacas, alérgico a cualquier triquiñuela para best-seller, el autor despliega ante el lector un mundo extraordinariamente ordinario, que es trascendido, contemplado desde los ojos de esta mujer que es Telela. Paisajes de la Mancha o Andalucía -sobre todo del campo giennense-, paisajes interiores de cualquier persona, con alegrías y sufrimientos, son magistralmente descritos en unas vidas donde se encuentra la razón y las razones con la irracionalidad y la sinrazón, con el sentimiento y los sentimientos, con la pasión... donde todos, como en la vida misma, se dan la mano y viven en los personajes, en el autor, en el lector.