Bibliotecas familiares

 

Hay casas, domicilios familiares, en los que hay importantes acumulaciones de libros. En sí misma, esa presencia detona un cierto nivel intelectual. Que en una familia haya muchos libros suena, normalmente, a que se lee mucho. Cuando se compran libros es porque alguien en la familia lee. Con frecuencia se puede comprobar que cuando los padres son buenos lectores los hijos también lo son. Y en estos casos se compran libros, unos cuantos -10, 15, 20…- al año. Por lo tanto necesariamente aparecen las estanterías llenas de libros.

Es todo un ambiente que, en sí mismo, anima a leer. Ves todos aquellos libros y te detienes a ver qué hay. Es un gozo curiosear entre las estanterías repletas de todo tipo de libros. Pero en esas situaciones enseguida se da uno cuenta de si ha habido una mente ordenadora o si predomina el caos. Una librería con 50 libros no precisa de organización alguna: se ven todos rápidamente y se hace uno cargo de lo que hay. Y desde luego el dueño del invento sabe perfectamente qué tiene a su disposición.

Pero en cuanto se juntan en el mismo domicilio unos cuantos lectores empedernidos, el número de ejemplares sube poco a poco, aunque ninguno de los habitantes haya leído todos los libros existentes. Cuando hay afición surgen novedades, llegan regalos de cumpleaños y los reyes magos traen siempre unos cuantos. Y ahí es donde empieza a peligrar el concepto de biblioteca.

Hay casas en donde hay una estantería con unos cuantos  libros, pero eso normalmente no pasa de ser un modo decorativo. Y hoy en día más bien no se ponen los libros por ahí ni para decorar. Y alguno puede pensar que lo que ocurre es que la gente lee en digital. Es cierto que cada es más fácil adquirir libros de todo tipo para leerlos en la Tablet, y que hay mucha gente que ya solo lee libro digital, pero se podría decir que, casi sin excepción, una persona que lee mucho en libro electrónico también tiene libros de papel en casa, y no pocos, porque es lo que leía antes, porque le regalan libros clásicos o porque hay algún que le interesa que todavía no se ha publicado en medio digital. Cuando hay lectores, en casa no molestan las bibliotecas. Cuando molestan las bibliotecas es porque se ha dejado de leer en aquella familia.

Pero pensando en familias con varios lectores y afición por el libro de papel, nos encontramos  con dos tipos de ambientes: el caótico y el ordenado. Al entrar de nuevas en un domicilio se da uno cuenta enseguida de si predomina el orden o más bien el caos. El orden cambia muchas cosas. Y desde luego muchas casas. Es muy agradable encontrarse unas bibliotecas familiares amplias, bien repletas de libros, y presentables. Si además buscamos un libro y  nos damos cuenta de que están ordenados por el apellido del autor, se produce una sensación muy atractiva de estar ante una base de sabiduría, de arte, de afición lectora.

Si al acercarse a la biblioteca familiar, bien nutrida, se nota enseguida que hay, simplemente, amontonamientos de libros, la sensación de caos  produce rechazo. Si no hay orden no puedo buscar nada.

Hay un punto de “Camino”, de San Josemaría, que me viene a la cabeza  en esos  casos: “Virtud sin orden rara virtud”. Y ese desorden en los libros puede ser manifestación de otros problemas más importantes.

Ángel Cabrero Ugarte 

Comentarios

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Acepto la crítica sobre las bibliotecas. Yo los tengo ordenados por ediciones, materias, tamaños e incluso por colores, la consecuencia es que muchas veces me cuesta encontrar un libro en concreto o directamente no lo encuentro.

Desearía hacer una observación sobre las distintas generaciones de lectores. No es fácil que los hijos lean los libros del padre ni viceversa. Cada generación tiene su propia biblioteca, ordinariamente en su propio domicilio, por lo que el padre no debe preocuparse si hace donación de libros por muy interesantes que le parezcan. Es seguro que sus hijos tienen otros intereses lectores.