El Papa Francisco se ha expresado con detalle y suficiente explicación sobre la importancia de la lectura. Estaba pensando en la formación de los seminaristas, pero ha querido advertir a un público general sobre esa actividad que tanto ayuda a la persona. ¡Qué bueno sería hacer eco a lo que su Santidad ha expresado con interés! Y podríamos decir también que sería importante que haya muchas otras personas que se impliquen en la misma línea. Todo lo que se diga es poco.
Tenemos en nuestros días unas dificultades importantes y difíciles de resolver. Los medios tecnológicos, especialmente el móvil, son un problema importante. Sin embargo, tengo la impresión de que se está editando más que en toda la historia. Quizá no pase de ser una impresión mía, pero veo en las librerías muchos libros, muchas editoriales, muchos autores. Hay muchas temáticas diversas. A veces parece que ya no es la literatura lo más importante. Se escribe sobre historia, sobre política, sobre arte, sobre pensamiento.
Pero la mayoría de las personas que conozco un poco más de cerca, que no son pocas, no leen, o leen muy de cuando en cuando. El Papa anima a leer novela y poesía. Me parece que la poesía es muy de expertos. Solo el muy lector, con cierta formación, entiende y valora la poesía. Y sobre la novela hay que decir que, a Dios gracias, se sigue editando literatura clásica, porque, de la moderna, un porcentaje muy alto es basura: por la calidad, por los temas, por la moralidad.
Lo que más me sorprende es que haya editoriales casi desconocidas que editan novelas de autores totalmente anónimos y que si indagas un poco no tienen ninguna calidad y sí mucha procacidad. Según está nuestra sociedad de falta de valores se entiende que se puedan vender esos libros, literariamente muy flojos y repletos de actitudes y planteamientos sin ningún fondo formativo.
Es muy importante conseguir que la gente lea. Primera cuestión significativa, que lean los padres si quieren que lean los hijos. Que lean los profesores si quieren que los alumnos lean. O sea, hay que dar ejemplo y transmitir emoción por el último libro leído. Por lo tanto habría que transmitir a los que leen bastante habitualmente, que sepan contagiar, que sepan explicar la maravilla que significa leer un buen libro. Que un adolescente descubra la emoción de su padre al leer cierta novela puede ser decisivo.
Y lo mismo que el Papa se ha preocupado de presionar para que se lea en los seminarios, también los profesores de colegios o de universidades deberían pensar cuales son los medios que se podrían poner para que la gente y, sobre todo, los jóvenes lean. Desde luego es mucho más útil que dedicar horas al móvil.
Por lo tanto, si queremos influir en los jóvenes, tendrán que tomar buena nota los padres, los profesores, los sacerdotes, porque solo desde la experiencia se puede transmitir con convencimiento.
Ángel Cabrero Ugarte
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Recuerdo a Peter de Miguel
Recuerdo a Peter de Miguel -que en paz descanse-, que dejó detrás de sí un rastro de alumnos dedicados a la lectura.