Por una vez, y con la intención de no abusar, teniendo en cuenta las celebraciones recientes, en los días más “litúrgicos” del año, no me resisto a hacer un breve comentario sobre las celebraciones litúrgicas en general, aunque estemos recordando ahora las de Semana Santa.
Me llegan relatos, anécdotas y cuchicheos de diversas versiones de lo que hoy podemos encontrar en nuestras parroquias. La diversidad es grande y se adivina una preocupación bien intencionada sobre lo que puede servir a los fieles que, probablemente, puedan asistir.
Creo que no es lo mismo hablar del Jueves Santo que del Viernes Santo y, desde luego, de la Vigilia Pascual, “madre de todas las vigilias” como acertadamente recuerda el dicho popular. No es lo mismo porque el Jueves Santo es, básicamente, una celebración eucarística, aun cuando se procure la mayor solemnidad y la liturgia de la palabra nos lleve a recordar acontecimientos tan importantes.
No es lo mismo porque la liturgia del Viernes Santo es totalmente distinta, dado que no se celebra la Sagrada Eucaristía. No es un día que haya obligación de asistir, los ritos son menos atrayentes, mucha gente está de viaje… Total, que hay menos participación y además puede ocurrir que no se entienda mucho. El éxito, para conseguir mayor asistencia, puede consistir en el cuidado de los ritos, en la solemnidad, en la música. Y no hay ninguna música que pueda equipararse, en un momento tan solemne, como el gregoriano. El auténtico, en latín. Problemas para traducir no tenemos hoy en día ninguno porque en el móvil lo tenemos todo.
La Vigilia Pascual, la celebración más importante y central de la liturgia cristiana, es más atractiva, porque, como es lógico, trasluce alegría. Y producir un cierto efecto de alegría puede hacerse de diversas maneras. Cuatro jóvenes animosos, con una guitarra o dos, producen ruido que puede llegar a ser verdaderamente armónico y adecuado, o no… Hay de todo, pero no juzgo, no quiero juzgar, porque solo me llegan ecos, comentarios, y de esto hay para todos los gustos. En todo caso habría que insistir en que alegría no es diversión.
Me pareció sugerente una frase que leí no sé dónde: “Cuando te sientas un poco triste y no sepas si llorar, enciende la música y ponte a bailar”. Se me ocurre, seguramente estoy equivocado, que a veces se pretende que haya gente, sobre todo jóvenes, que se acerquen a la iglesia a través de un folclore divertido, biensonante. Qué duda cabe que eso atrae. Un buen concierto en el Auditorio de Madrid es sumamente atrayente.
Pero la liturgia no está pensada para divertir sino para que seamos capaces de adentrarnos en los misterios. Y desde este punto de vista no conozco nada mejor que el gregoriano en su versión latina. Es de una profundidad inigualable, resulta atrayente al fiel que acude a adentrarse en los misterios del cristianismo. Puede ser momento de conversión para cualquier persona con cierta sensibilidad que asista. Es, sin duda, un momento único para conseguir una profundidad especial en lo que se expresa. La Vigilia Pascual puede llegar a ser un momento de una emoción inesperada. Es una experiencia frecuente.
Sin duda se necesita un cierto nivel de calidad y eso supone preparar a unas cuantas personas que puedan tener esa sensibilidad y, por lo tanto, sean capaces de “afinar”, de entender lo que se hace. Eso se nota. En ese ambiente adecuado uno puede adivinar la sensibilidad de los que cantan. Perder la liturgia gregoriana sería perder uno de los tesoros más valiosos de la tradición cristiana. Mantenerlo supone un esfuerzo. No se prepara en dos días. Hay que seleccionar, enseñar y convencer a unas cuantas personas que tengan oído y corazón.
Ángel Cabrero Ugarte
Comentarios
Ayer comentaba una persona la
Ayer comentaba una persona la emoción que le produjo participar en el Desenclavo del Señor; separar al Cristo de su lugar en el templo para sacarle en la procesión de Viernes Santo. La fe no es sentimiento, pero Nuestro Señor Jesucristo es hombre y los hombres tienen sentimientos: el dolor de Jesucristo y de su madre o la espectación de los discípulos, que se hace extensiva a nuestras propias vidas.