Leemos al principio: «Dicen que de la abundancia del corazón habla la boca… también la pluma». Porque es un libro escrito con el corazón, con muchas ganas de transmitir una fe cálida y vital. Está dirigido a un público amplio y por eso puede ayudar a muchos, sin molestar a nadie.
Pero la autora ha escrito también con la cabeza, después de meditar muchas veces los Evangelios, las verdades de la fe, escritos de santos, o autores de espiritualidad. Y sobre todo aprovecha bien las experiencias de fe.
El lector encontrará aquí una miscelánea de pensamientos, recogidos durante años, del acerbo cristiano, escuchados quizá en homilías, en pláticas, o meditaciones. Sigue un estilo sincopado al hilo de la fe y del corazón, primando la naturalidad en la exposición y sin un esquema rígido de citas. Los pensamientos se mantienen unidos en torno a los diversos apartados. Empieza evocando el «silencio creador», para meterse después en el amor de Dios y la caridad que hace libre a la persona. El camino sigue con Jesucristo y la acción del Espíritu Santo, moviendo a ser fuertes en la fe y a practicar con naturalidad las virtudes cristianas. Así el cristiano colabora en la expansión del Reino de Dios. Y acaba con una encendida reflexión sobre la Madre de todos.
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Leemos al principio: «Dicen que de la abundancia del corazón habla la boca… también la pluma». Porque es un libro escrito con el corazón, con muchas ganas de transmitir una fe cálida y vital. Está dirigido a un público amplio y por eso puede ayudar a muchos, sin molestar a nadie.
Pero la autora ha escrito también con la cabeza, después de meditar muchas veces los Evangelios, las verdades de la fe, escritos de santos, o autores de espiritualidad. Y sobre todo aprovecha bien las experiencias de fe.
El lector encontrará aquí una miscelánea de pensamientos, recogidos durante años, del acerbo cristiano, escuchados quizá en homilías, en pláticas, o meditaciones. Sigue un estilo sincopado al hilo de la fe y del corazón, primando la naturalidad en la exposición y sin un esquema rígido de citas. Los pensamientos se mantienen unidos en torno a los diversos apartados. Empieza evocando el «silencio creador», para meterse después en el amor de Dios y la caridad que hace libre a la persona. El camino sigue con Jesucristo y la acción del Espíritu Santo, moviendo a ser fuertes en la fe y a practicar con naturalidad las virtudes cristianas. Así el cristiano colabora en la expansión del Reino de Dios. Y acaba con una encendida reflexión sobre la Madre de todos.