Alegres y en compañía

Hay quien se pregunta si las novelas de McCall son para niños o bien se trata de historias de detectives escritas "de una forma desenfadada". Me apunto a una teoría sincrética: son novelas para todas las edades, llenas de humor, cuyo autor tiene alma de niño. Alexander McCall Smith, escocés, es fruto de la colonización británica en África. Nacido en Zimbabwe, ha ejercido como profesor de Derecho en Botswana. McCall nos habla del país con el humor con el que puede hacerlo un extranjero y el cariño que se siente hacia algo propio. En Botswana no sólo existe el desierto de Kalahari, sino también una prestigiosa Escuela de Secretarias, el taller de reparaciones Speedy Motors que regenta el señor Matekoni, esposo de Precious Ramotswe y, por supuesto, la Primera Agencia de Mujeres Detectives. También existen centros comerciales y un curso de bailes de salón en el President Hotel para personas deseosas de mejorar su don de gentes, tal como dice el anuncio. Mma Ramotswe se pregunta qué se ha hecho de los viejos valores africanos que ella veía en su padre, el juez de ganado Obed Ramotswe. El sexo y el dinero están corrompiendo Botswana igual que a Occidente. La diferencia está en que sus almas son más sencillas y en la capital, Gaborone, todos conocen las vidas de todos y así es más fácil remediar un mal paso. La pregunta que yo me hago es por qué han tenido más éxito las novelas de Harry Potter o la serie "Crepúsculo" que las novelas de McCall y la Primera Agencia de Mujeres Detectives de Botswana. En McCall encontramos el sentido del humor que es "la prueba del nueve" del bien. Es posible que hayamos perdido la sencillez de los niños al dejar de ser cristianos. Mma Ramotswe y el señor Matekoni asisten a los servicios de la catedral anglicana con sus hijos adoptivos: Puso y Motholeli, esta última en silla de ruedas. El reverendo Trevor Mwamba predica sobre el misterio del sufrimiento y sobre esa cruel enfermedad que está asolando África, pero también señala cómo hay personas generosas que trabajan para proporcionar alivio a los enfermos. Esas personas –concluye el reverendo- no ven en el sufrimiento una prueba de que no exista un presencia divina en la tierra.