Mientras Alemania, la Unión Soviética, el Reino Unido y los Estados Unidos sostenían la mayor contienda armada de la historia, sus respectivos líderes políticos se entregaron también a un intenso duelo mental. Las raíces de casi todo lo que determina la configuración del mundo actual se hallan en la partida de ajedrez que disputaron entonces Hitler, Stalin, Churchill y Roosevelt. Una forma distinta de contar la Segunda Guerra Mundial: a través de los ojos y las mentes de sus cuatro grandes protagonistas.
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Los autores tratan de explicar el conflicto más sangriento de la historia de la humanidad a través del testimonio de las víctimas. Nos ofrecen una nueva forma de analizar el conflicto. Muestran con gran originalidad los entresijos de la II Guerra Mundial a la luz de los testimonios de aquellas personas que vivieron cerca de los grandes líderes del conflicto, los auténticos señores de la guerra: Hitler, Churchill, Roosevelt y Stalin. Personajes del círculo más íntimo de estos cuatro gobernantes como Goebbels, Warlimont, del Estado Mayor de Hitler, sus secretarias (entre la que destaca la famosa Traudel Junge); Lord Halifax (ministro de Asuntos Exteriores en el gobierno de Chamberlain y embajador británico en Estados Unidos con Churchill), Anthony Eden (ministro de Asuntos Exteriores del premier británico); Molotov (el homólogo soviético de Eden); el secretario de Estado norteamericano y brazo derecho de Roosevelt, el general Clarck, y otros íntimos colaboradores de los jerarcas de las cuatro potencias.
La tesis de los autores es que a lo largo de toda la guerra se estableció un duelo psicológico tremendo entre estos líderes. Primero fue Hitler quien tuvo engañado a Stalin, el cual estaba convencido de que su aliado respetaría el pacto de no agresión. Una vez convertida la URSS en aliada, Churchill caló perfectamente las ambiciones de Stalin y el peligro potencial que encerraban, algo que Roosevelt sólo empezó a entrever poco antes de morir. Sin embargo, la agudeza política de Churchill no captó que las intenciones para el mundo de la postguerra de su amigo Roosevelt eran las de liquidar el "statu quo" del imperialismo británico de corte victoriano, sustituyéndolo por un libre mercado de corte neocapitalista. El gran vencedor de todos estos duelos fue Stalin, que obtuvo, sin grandes oposiciones, todo lo que ansiaba.
Es una obra útil para comprender la historia contemporánea, pues permite entender cómo se fueron sentando las bases que acabarían dividiendo el mundo en dos bloques.