Este tratado tiene una primera parte de recorrido por la historia de la literatura tras el origen y acepciones de la palabra ilusión, y una parte más sustanciosa sobre las diversas aplicaciones diarias de la ilusión. La forma plena y positiva de desvivirse es tener ilusión: es la condición de que la vida, sin más restricción, valga la pena de ser vivida.
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El autor analiza con su indiscutible sabiduría las relaciones del término, y aquello que designa, con la imaginación, el tiempo, el deseo, la vocación, el amor y, por último, con la presencia y la ausencia del propio objeto de la ilusión.