Sam Cayhall reside en una pequeña población del estado de Mississippi. Por tradición familiar pertenece al Ku Kux Klan. Un día, en los años sesenta, Sam es convocado para volar el despacho de un abogado defensor de los derechos civiles. Únicamente tiene que conducir el coche y acompañar al artificiero. Éste falla con el temporizador y la bomba, en vez de explotar de noche, estalla a primera hora de la mañana matando a los dos pequeños hijos del abogado. Sólo Sam es detenido y no da los nombres de sus acompañantes. Después de dos juicios invalidados y trece años de libertad, a la espera de un nuevo juicio, un fiscal se propone obtener ahora su condena. A los sesenta años Sam ingresa por fin en el corredor de la muerte.
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"Cámara de gas" es un alegato sobre la aplicación de la pena de muerte en los Estados Unidos y sus contradicciones. En un momento determinado el Tribunal Supremo de los EE.UU. dictamina que la pena capital es contraria a la Constitución prohibiéndola en todos los estados; años más tarde el mismo Tribunal resuelve que los estados pueden autorizarla individualmente, con lo cual algunos estados aplican la pena capital y otros no. Dado el nivel de delincuencia que existe en ese país la mayor parte de la población es favorable a su aplicación y a cualquier político que quiera dar un impulso a su carrera le basta con exigir mano dura en la aplicación del Código Penal para aumentar su popularidad. El sistema de garantías previo a la aplicación de la pena capital es muy amplio, por lo que el condenado que pueda permitirse unos buenos abogados interpondrá sucesivos recursos demorando así su ejecución hasta en diez años; mientras tanto permanece en el llamado "corredor de la muerte". La posibilidad de recurrir y solicitar indultos hasta el último momento produce incertidumbre en el preso, espectación en los demás y es un espectáculo para los medios de comunicación. El autor describe la vida en el corredor de la muerte y cómo se realiza una ejecución en la cámara de gas. Los argumentos a favor y en contra de la pena capital son más emocionales que racionales y Grisham los cita al tratar de los grupos contrarios a la pena de muerte, pero sin decantarse él mismo. También se refiere a los familiares de las víctimas, que consideran una mala broma el paso del tiempo sin que se ejecute la pena, sobre todo en el caso de asesinos convictos. El autor introduce algunos argumentos colaterales al relato principal, tan dramáticos como innecesarios, que luego quedan como cabos sueltos en la novela. La lectura de esta obra puede resultar útil para hacer una reflexión sobre la pena de muerte.