No ha sido infrecuente la generalización de los regates teológicos que han tenido amplia aceptación e implantación en la vida pastoral de la Iglesia. Muchos de ellos se han convertido en verdades, más prácticas que teóricas, que se han asumido acríticamente y que han crecido como la espuma. La comprensión cristológica no ha escapado de esta espiral del silencio sobre lo esencial sobre Cristo. Ahora, una vez más, el cardenal Joseph Ratzinger, en este pequeño libro recopilatorio de una serie de recientes artículos, ensayos y meditaciones, vuelve a dar en la clave de lo que son los grandes retos de la predicación cristológica, y de la misión cristiana, para el presente. Con el texto y el contexto de la Dominus Iesus de fondo, afronta, sin miedos ni ambigüedades, las carencias de la presencia múltiple de la figura de Jesús en nuestro mundo y en nuestra historia.
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No debemos olvidar que, cuando hablamos de Cristo, estamos dando respuesta al interrogante más profundo que habita en el corazón del hombre: el ansia del encuentro con Dios, de una paz más allá de los límites de la finitud. Dice el cardenal Ratzinger: «El auténtico problema en la búsqueda de Jesús, del Jesús real, es el problema de Dios, o más precisamente, la ausencia de Dios en nuestro mundo, la crisis de Dios, como lo ha llamado J. B. Metz». Y también dice, unas líneas más adelante: «Hoy se ha convertido en un eslogan de una fuerza de penetración irresistible rechazar a aquellos ingenuos, y a la vez arrogantes, de quienes se puede decir mal que creían tener la verdad; todos nosotros deberíamos estar siempre en su búsqueda. Tales personas, así aparece, son incapaces de dialogar y, en definitiva, no hay que tomarlos en serio: nadie tiene la verdad, todos nosotros deberíamos estar siempre en su búsqueda. Pero, por el contrario, hay que preguntar: ¿qué es la búsqueda de una cosa que nadie puede alcanzar? ¿Ella busca realmente, o en realidad no quiere encontrar, porque no puede ofrecer lo encontrado? ¿Y en realidad no ha sido convertido en una caricatura el pensamiento de aquellos de quienes se dice que creían tener la verdad? Naturalmente, la verdad no puede consistir en una posesión, la relación con ella tiene que ser siempre una aceptación humilde, la cual tiene conocimiento de su propia contingencia y acepta el conocimiento como un don, del cual yo puedo llegar a ser indigno, del cual no me puedo gloriar como si fuese asunto mío exclusivamente. Si me es dado, entonces hay una responsabilidad que también me compete frente a los demás. Además, el dogma también afirma que la desemejanza entre lo conocido por nosotros y la realidad auténtica es en sí misma infinitamente más grande que la semejanza.
Sin embargo, esta desemejanza infinita no convierte al conocimiento en no-conocimiento, es decir, la verdad no se convierte en falsedad».
Son continuas las afirmaciones que el hoy Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe realiza en sus textos y que dan en la llaga de muchas de las carencias en la forma de comprender la específica misión de la Iglesia, y de los cristianos, en nuestro mundo. Nuestro autor es un profundo conocedor de la cultura contemporánea, extremo que queda bien explicitado en el análisis permanente de las circunstancias en las que se desarrolla la predicación cristiana. Por tanto, este libro es mucho más que un ejemplo de buena teología, edificante, clarificadora, lo es de crítica cultural y de perspectiva antropológica.
José Francisco Serrano Oceja (Alfa y Omega)